Continuamos hablando de la importancia de limpiar el organismo, de someternos de vez en cuando a un tratamiento de detoxificación, detox, para limpiar el intestino y otros órganos de nuestro cuerpo y recuperar así nuestro bienestar. Habíamos hablado, anteriormente, de la trascendencia de la permeabilidad de las mucosas digestivas y de un buen estado del ecosistema intestinal, pero está claro que hay otros sistemas y órganos que, a su vez, participan de la conservación del buen estado de salud. Y es que, todo está relacionado.
De todos es sabido que más del 60% de nuestro cuerpo está formado por agua. Una gran parte de ese agua se encuentra dentro de las células y lo conocemos como líquido intracelular, que supone el 65% de todo el agua corporal. Mientras, otra parte se encuentra fuera de las células o líquido extracelular.
Este fluido extracelular representa aproximadamente un 35% de todo el agua corporal. A veces, va dentro de los vasos sanguíneos como el plasma o la linfa. Y en ocasiones, baña directamente a las células y lo conocemos como líquido intersticial. Es decir, como el fluido que entra en contacto con la pared celular para hacer el intercambio de nutrientes o toxinas, fruto del propio metabolismo de la célula.
Pues bien, lo que ocurre a un lado y otro de la célula, y su buen funcionamiento, es vital para la correcta actividad de todos los órganos. Por tanto, para un buen estado de salud.
Para un mejor funcionamiento
Entre otras cosas, ¿de qué depende que este mecanismo funcione mejor o peor? Está claro que hay un cierto número y clase de nutrientes que tienen que estar presentes a uno u otro lado de la membrana o pared celular, pero además en diferentes cantidades.
El que haya un mayor número de sales intracelulares en el compartimento extracelular o viceversa o el hecho de que haya un mayor número de radicales libres, fruto de la ingesta excesiva de proteínas u otras sustancias tóxicas, hará que, con el tiempo, se altere el pH habitual del medio extracelular.
El pH determina la acidez o alcalinidad de un tejido. A este respecto, sabemos que nuestro organismo, en el medio extracelular y en sangre, trabaja o necesita un pH alcalino o básico para llevar a cabo sus funciones de supervivencia y salud. Salvo excepción de algún órgano en particular como el estómago, que necesita un pH ácido alto para digerir los alimentos en la primera fase de la digestión.
‘Empantanemiento’ del sistema
Pero, os preguntaréis, qué tiene que ver esto con la comida que ingerimos y la necesidad de un detox. Cuando ‘abusamos’ de la ingesta de un determinado tipo de alimentos como procesados, precocinados, lácteos, carnes, marisco o harinas refinadas, y cuando comemos poca verdura y fruta fresca, ocurre que, producto de su propio metabolismo, aparecen en el medio extracelular y en sangre un exceso de radicales libres y, por tanto, de residuos ácidos. Estos desechos metabólicos impedirán a las células hacer un buen intercambio de nutrientes para su asimilación y una correcta eliminación de las toxinas.
Entonces, el equilibrio se rompe. Se altera este metabolismo celular, se incrementa el pH ácido y, por tanto, podemos volver a hablar, como decíamos en relación al intestino, de un ‘empantanamiento’ del sistema.
¿Qué notaremos a medida que esto sucede? Al principio y en muchas ocasiones, sólo se tratará de alteraciones funcionales y no patológicas. La enfermedad se manifestará más adelante, cuando el problema se haya agrandado, al haberse perpetuado la forma incorrecta de alimentarse y, a ello, se hayan sumado equivocados hábitos de vida.
Alteraciones subsanables
Cuando el sistema se haya sobrecargado, podremos comenzar a tener sensación de hinchazón, cansancio, digestiones más o menos lentas, meteorismo o gases intestinales. También notaremos, a veces, cambios en el humor, irritabilidad o apatía, embotamiento del pensamiento o debilitamiento emocional y de reactividad motora, y otras perturbaciones.
Estas alteraciones, de inicio, se pueden subsanar perfectamente con una reeducación alimentaria. Pero, si a ello le sumamos, además, periodos de limpieza o detoxicación y nos aplicamos un tratamiento detox, un aporte de micronutrientes y una regulación homeopática adecuada, conseguiremos una mayor tolerancia al estrés. Si no ponemos remedio, nos llevarán a desarrollar patologías mayores como artrosis degenerativa, fatiga crónica, enfermedades degenerativas del sistema nervioso, obesidad, diabetes, arterioesclerosis u otras.
Todo ello nos anima a trabajar en nuestra clínica por la reeducación alimentaria de los pacientes, por analizar e intentar corregir hábitos de vida incorrectos, favorecer un equilibrio emocional y físico, y por desarrollar una mayor resistencia al estrés. En definitiva, por buscar el reequilibrio integral de la salud.
Homeopático vs. alopático
El tratamiento con remedios homeopáticos, la micronutrición, los masajes, la biopuntura, las dietas personalizadas y la hidroterapia de colón son, entre otras, las herramientas que nos permiten alcanzar los objetivos saludables deseados para nuestros pacientes. La Homeopatía, gracias a su forma de actuar, consigue animar la fuerza vital o los mecanismos naturales que tiene el organismo para recuperar la salud, sin añadir más residuos tóxicos o ácidos resultantes del propio metabolismo de los medicamentos alopáticos.
Los fármacos alopáticos, por su propio mecanismo de acción y sus efectos secundarios, sabemos que ayudan a hacer desaparecer un síntoma en un determinado órgano o sistema, pero secundariamente están alterando el buen funcionamiento de otro. Es decir se sigue abundando en el ‘empantanamiento’ del sistema y, por tanto, con el tiempo, tendremos más de lo mismo. Padeceremos una mayor disfunción, más dolor, más acidez, más ardor y, en definitiva, la necesidad de aumentar la dosis prescrita o cambiar la potencia del medicamento.
Esto en Homeopatía no existe. Aparentemente y de inicio, con su aplicación puede parecer más simple o más lenta la resolución de los problemas de salud, por la necesidad de inmediatez a la que estamos acostumbrados y que como pacientes demandamos. Pero, con el tiempo, la necesidad de otros fármacos disminuye y recuperamos un estado de bienestar global que de otra manera, creemos, no sería posible.